El alimento físico permite al ser humano subsistir. SOMOS LO QUE COMEMOS! Pero, lo que vemos, lo que escuchamos, lo que olemos, lo que tocamos… también nos alimenta. En la primera infancia, así como para el resto de nuestra vida, el alimento físico es tan importante como el alimento anímico. El cuidado de ambos nos garantiza una vida saludable.
Los adultos somos capaces de reconocer lo que provoca en nosotros una experiencia determinada. Podemos elegir libremente lo que queremos vivir y lo que no. E incluso, el tiempo que queremos estar expuestos a una situación. Por ejemplo, cuando no queremos ver imágenes que nos resultan desagradables basta con que cerremos los ojos, cambiemos de canal o nos crucemos a la acera de enfrente.
¿Qué siento cuando hace mucho frío y no tengo nada con lo que abrigarme? o ¿qué siento cuando me despiertan las obras en casa del vecino (martillazos, taladrado, etc)?
Para los niños no es fácil reconocer estas situaciones a las que están expuestos a diario. Un niño menor de 6 años no tiene la madurez, ni la capacidad intelectual para evitar por sí mismo situaciones que no son sanas para su crecimiento.
Durante los primeros años, el niño va “de mano” del adulto. Los padres eligen el alimento que le dan, la ropa que viste, el lugar en el que amamantarle o en el que sentarse a merendar, exponerlo o no a ruidos fuertes, vivir con el olor del campo o con los humos de la gran ciudad… Aun admitiendo que hay diferentes formas de dar alimento al niño, acabamos prestando más atención a la comida y bebida que al resto de alimento que percibimos a través de los sentidos.
Los niños pueden adaptarse con facilidad a todo, pero no todo es saludable ni favorece su crecimiento. El trabajo que nos corresponde, como acompañantes, es hacer de filtro y cuidar, siempre que esté a nuestro alcance, todo el alimento que recibe.
Cuando el alimento llega a través de la boca...
Amamantar a un bebé es vital para su existencia. La leche materna es el mejor alimento físico y anímico que puede tomar, al menos, en su primer año de vida. Se crea un vínculo natural a la vez que hermoso entre madre e hijo. Sin embargo, este hecho pierde en valor cuando no se tienen en cuenta otros aspectos que afectan directamente a la calidad de lo que ingiere.
El niño necesita un ambiente calmado, cálido y recogido para que la leche materna sea alimento. Necesita tiempo exclusivo para él, atención plena y amorosa. Conviene que nos preguntemos: ¿es beneficioso el alimento que recibe un bebé amamantado si su madre tiene estrés, está rabiosa o angustiada?. Y, si su madre le da el pecho mientras recorre las tiendas del centro comercial entre luces fluorescentes, música alta, el ajetreo de gente que viene y va, olores varios... ¿es saludable el alimento que recibe el niño?
Cuando los niños comienzan a comer sólido también necesitan atención del adulto, recogimiento, alegría y constancia. Las costumbres alimenticias de la familia y el ritmo de comidas que hay en el hogar influyen en este proceso.
A menudo, cuando hay dificultades para que el niño coma, se cuelan en su alimentación productos refinados, azúcares, fritos, etc. (galletas, bollería, zumos, pan blanco, yogures... ). Hay diferentes maneras de comer la fruta o verdura (en puré, a trozos, cruda o cocida, rallada o con algún acompañamiento) antes de descartarla de su menú. Igual se puede caer en la tentación de preguntar al niño por el menú de cada día (¿qué quieres comer hoy?), preparar alternativas de comida por si la primera opción no la quisiera, dejar que coman todo lo que come el adulto, aunque todo no sea saludable para su edad, etc.
Es tarea del adulto saber lo que va a dar de comer al niño, sin pasar esta responsabilidad al mismo.
Cuando el alimento llega a través de los ojos...
Hoy, los niños son expuestos al mundo y al bombardeo de imágenes muy, muy pronto. Se les lleva de paseo con tan sólo unos días de nacido, se utilizan, prematuramente, carros o mochilas de porteo donde el niño va mirando hacia el frente en lugar de mirar hacia el adulto, etc. Un bebé recién nacido necesita tiempo para adaptarse al nuevo medio, hacerse a la luz, reconocer a sus padres, su hogar... Acaba de abandonar el útero materno, un espacio sumamente protegido.
Las imágenes son un alimento maravilloso para los infantes, obre todo cuando las han creado ellos mismos. Continuamente, los niños crean y transforman imágenes a través de su fantasía, al escuchar un cuento, una historia, una anécdota de nuestra infancia, etc.
El niño ha de estar rodeado de imágenes bonitas, cuidadas, mágicas, reales pero no agresivas, que le inviten a fantasear. Es importante que pongamos atención a las que tenemos en casa, en el Jardín de Infancia.... Los cuadros de las paredes, las fotos, los póster que decoran las paredes de su dormitorio o que están estampados en su ropa. Muchas veces pasamos por alto cuan agresivas son (Demonio de Tasmania, Batman, Hulk, Spiderman...).
Cuando ponemos a los niños frente a la televisión o los videojuegos anulamos su fantasía, no hay posibilidad alguna a crear. La tele ofrece gran cantidad de imágenes, a mucha velocidad, con colores muy brillantes... y que mantienen al niño completamente hipnotizado e inmóvil. Aun no tienen los recursos (no ponen filtros a nada) con los que hacer frente a tanta información visual, entre otras.
En nuestra Casa, durante dos intensas semanas, los niños llegaron hablando de lo que habían visto en televisión, el tsunami en Japón. Gran parte de la mañana transcurría para ellos en la mesa del salón, dibujando una y otra vez lo mismo (olas gigantes que arrasaban con todo). Hablaban entre sí de lo que habían visto, de lo que cada uno pintaba, lo que oían en casa, la gente que había muerto, lo que les asustaba, etc. Los niños son muy sensibles a lo que ven, hasta el punto de generarles estados de nerviosismo, miedo, agresividad, insomnio, terrores nocturnos...
Cuando el alimento llega a través de su oído...
¿Cómo nos dirigimos a los niños?
Un tono de voz cálido, calmado y claro, da al niño el mismo temple, le proporciona tranquilidad, confianza, seguridad en sí mismo, es capaz de pararse a escuchar y comunicarse con otros adecuadamente, etc. Sin embargo, los ruidos, gritos, música alta, palabras mal sonantes en boca de sus padres o de la Tv, incluso, una forma descuidada de referirnos al niño cuando estamos con otros adultos (“es un vago”, “pega”, “se hace pipi, todavía”, “no me deja hacer nada”, “muerde”), etc. pueden traer al niño rigidez, inquietud, dificultades para escuchar y comprender, falta de confianza, baja autoestima, agresividad, etc.
La música es pura medicina y alimento para el alma. Nada les alimentará tanto como la música en directo, instrumental o vocal, canciones cantadas en casa y en el jardín de infancia. Las canciones sencillas, cantadas con tono suave, con alegría y sin carga emocional, serán muy beneficiosas. La música está viva cuando la reproducimos nosotros mismos. Nos hace sentir en armonía, nos calma, nos da ritmo, nos permite trabajar indirectamente la memoria, la concentración, etc. “Quien canta, su mal espanta”.
Inés Gámez de Rus, (madre de día y especialista en música pentatónica) enfatiza que la música de Cd, radio, TV, etc. es música muerta, vacía, música enlatada, que no aporta nada al niño. En sus palabras: “Debo recalcar de forma efusiva que los medios electrónicos como CD, TV, radio, etc. ofrecen al niño una experiencia musical muerta, donde lo rítmico aparece como algo fijo y estático, muerto, siempre suena igual. Es una ilusión, un engaño, pensar que lo musical así recibido puede sustituir a la música en vivo. Es a través de lo musical transmitido por un ser humano, que no por una máquina, cómo el niño se impregna del ritmo vital y flexible que sólo un ser humano puede transmitir. Es nuestra intención musical lo que educa.” (Texto extraído del cuadernillo: “Canciones Infantiles en Ambiente de Quinta. Mozart o Beethoven” de Inés Gámez de Rus)
Cuando el alimento llega a través del aire...
Tal vez este “alimento” es el que más distorsionado recibimos. Somos poco conscientes de lo que percibimos a través del olfato. Casi siempre ponemos conciencia cuando algo huele mal y nos desagrada. Al mismo tiempo, vivimos inmersos en olores sintéticos, nos dicen cómo ha de ser el olor a limpio, a qué debe oler esto o aquello para que huela bien. Los jabones y suavizantes de la ropa, las cremas y colonias, las toallitas de higiene íntima... Todos esos olores son tan fuertes que distorsionan la realidad del niño, haciéndoles incapaces de percibir su propio olor (que le hace único!) y el de su entorno.
En las ciudades es complicado encontrar lugares donde el aire esté limpio, donde el alimento sea alimento. En cambio, el aire en el campo o la playa está cargado de “nutrientes”! Olores que te llenan todo el cuerpo, que hacen que cada respiración sea un delicioso bocado!
Este alimento es beneficioso o no en función de lo que recibimos. Cuando no es sano, debilita. Cuando sí lo es, se traduce en energía. La energía produce energía!
Cuando el alimento llega a través de su piel...
El abrazo, el contacto físico y amoroso que recibe un niño, la calidad de la ropa que utiliza a diario y los objetos con los que se relaciona son alimentos a los que hemos de prestar especial atención.
Cuando el niño recibe nuestras muestras de afecto (caricias, cosquillas, juegos de regazo, masajes), además de nuestro Amor, les ayudamos a tomar consciencia de su cuerpo, de su individualidad, a confiar en sí mismo.
La ropa también está en contacto directo con el niño, le envuelve, le da cuerpo. Cuando esa ropa es natural (tejidos de algodón, lana, seda o lino) favorece la transpiración de su cuerpo. La fibra sintética le carga de electricidad estática e impide que su cuerpo transpire/ respire correctamente. En cambio, las fibras naturales se prestan a la comodidad que el niño necesita en esta primera etapa de su vida. Estas prendas facilitan su movimiento, su voluntad de hacer, mejoran su descanso, sus relaciones con otros, etc.
El niño, al tocar reconoce su propio límite, a sí mismo y al otro. Cuando no les dejamos tocar, ensuciarse de barro, etc. lo que hacemos es ponerle trabas a su crecimiento. Aparecen los miedos, inseguridades, dificultades en las relaciones sociales. Los juguetes naturales, las piedras, troncos, semillas, así como jugar con la tierra, con el agua, etc. ofrece al niño un gran abanico de sensaciones que ayudan a que las dificultades anteriores no aparezcan. Evitemos que la única experiencia que tengan sea a través de juguetes de plástico!
Cuando el alimento es sano invertimos en salud física y anímica.
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