La ocupación principal de un niño es jugar

En los últimos años ha crecido el número páginas web, blogs, manuales o revistas que hablan de qué y cómo hacer para mantener a los niños ocupados, entretenidos, distraídos... es común que los niños dispongan de una “agenda” para sus compromisos semanales: actividades extraescolares, talleres o clases que abarcan todos los ámbitos de enseñanza-aprendizaje fuera de la escuela. Se imparten talleres de chino para niños desde los dos años, clases de creatividad para niños que están en su tercer año de vida…

Van dirigidas a niños de cualquier edad, incluso meses. Nos “garantizan” que el niño aprenderá a hablar antes, aprenderá a expresar qué necesita o qué siente antes de que aprenda a hablar (con lengua de signos, por ejemplo), a ser más creativo (cuando no se puede ser más creativo que un niño jugando), etc. Son actividades que apelan al intelecto del niño, al estar muy concentrado, sentado e inmóvil. Apenas tienen relación con experiencias de la vida real significativas para el niño y la belleza y lo auténtico no se cuidan especialmente.

El niño en sus primeros años de vida es puro movimiento. Necesitan moverse con la mayor libertad posible. Eso es lo que el niño pide continuamente, porque eso le ayuda a crecer sano y a ser independiente para satisfacer su curiosidad. Saber lo que ocurre si apila las cajas de zapatos o si echa tierra dentro del cubo de agua son experiencias que nacen del niño de forma natural y así, la vivencia es a través de su cuerpo, aprende con el corazón y no con la cabeza. Sus descubrimientos se ajustan perfectamente al momento evolutivo en el que se encuentra.

Es cosa del adulto el querer acelerar procesos. Es el adulto el que compara unos niños con otros, y se preocupa y se culpa si no se cumplen sus expectativas o las del entorno. Esos miedos, preocupaciones y dudas no pertenecen al niño. Para el niño no es un problema ir más rápido o más lento, el hablar antes o después, caminar a los 11 meses o al año y medio, etc.

Entonces, vamos a preguntarnos: ¿por qué queremos mantenerles ocupados?, ¿en qué queremos que se entretengan u ocupen?, ¿creemos que eso le hará un niño más aventajado, inteligente o creativo?

Es importante que el adulto confíe en sí mismo. Cuidar, acompañar y amar a ese niño, respetando quien es, respetando su tiempo de desarrollo y crecimiento, sin esperar nada de él, es un reto y, a la vez, una labor maravillosa. Una zanahoria no crece antes por más que tiremos de ella. El niño necesita su tiempo para “madurar” y que confiemos en él.

Hablamos del juego como parte vital para el desarrollo sano del ser humano.

El juego es la actividad central que nace de la propia voluntad del niño. A través del juego imita, crea, transforma y da respuesta a sus vivencias; adquiere habilidades motrices y sociales; se forman sus órganos…. Sólo necesitan que el adulto le brinde la oportunidad y las condiciones idóneas para poder “expresarse”. Cuando el niño juega, goza de buena salud, buen color, se muestra alegre, confiado, concentrado, tiene ganas de probar, investigar, expresa sus emociones y vive en el presente! ¡Nuestra alarma debería saltar cuando un niño no juega, cuando no se mueve!

Cuando buscamos actividades dirigidas, juegos con los que mantenerles ocupados, solos o en compañía, dentro o fuera de casa, estamos interfiriendo en el “trabajo” del niño. En cierto modo, nos convertimos en ladrones! Aniquilamos su capacidad de crear.

Por supuesto, podemos jugar con ellos, dedicarles nuestro tiempo en cuerpo y alma. Pero ello no significa que pasemos tooooda la tarde siendo el perrito o el bebé del niño. Hemos de confiar en que los niños no se aburren, saben jugar solos, sin la presencia o intervención continua del adulto en su juego.

Las actividades que apelan al intelecto del niño y no a la libertad para moverse y crear, durante los primeros siete años, no son beneficiosas en ningún caso. Tenemos que ser consecuentes cuando ocupamos a un niño, porque si no dispone de tiempo para jugar puede encontrarse con dificultades muy importantes en su desarrollo.

El niño no goza de libertad en su juego cuando le pongo reglas; cuando no le dejo explorar las posibilidades de la arena en la playa; cuando le muestro cómo se hace el fango o cómo se dibuja un “sol”; cuando le explico que las hadas del cuento no existen o le muestro un hada hecha con lana y le explico que son así; cuando le digo que las piezas de un juego no son la comida de sus ballenas; cuando le construyo una mesa con recipientes y pretendo que juegue sentado a experimentar, etc. ¡¡¡Los niños necesitan experimentar por sí mismos y jugar sin condiciones ni condicionantes!!!. El juego de los niños tiene muchas más posibilidades que las que el adulto puede imaginar.

En muchas ocasiones, los niños quieren ayudar a los adultos en sus tareas. Es importante cuando surge de la propia voluntad del niño, no necesariamente de la llamada del adulto. Es el interés del niño quien le lleva a repartir las servilletas, colocar los dulces en el plato para recibir una visita, cocinar junto al adulto, regar el jardín, poner las flores en un jarrón o recoger limones y ciruelas de los árboles de la huerta, apilar la leña, abrir una zanja en la huerta, etc. Son experiencias reales, ricas, cercanas y con un sentido claro. Él no busca el entretenimiento, ni explicaciones, ni nuestra aprobación, él quiere hacer. Y ese es nuestro trabajo, permitirle hacer a nuestro lado.

¡¡Los niños tienen muy claro que jugar es su ocupación!!

 

"Hijo es  un ser que Dios nos  prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y, de nosotros, aprender a tener coraje. Sí. ¡Eso es! Ser madre o padre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar actuando correctamente y del miedo a perder algo tan amado. ¿Perder? ¿Cómo? ¿No es nuestro? Fue apenas un préstamo... EL MÁS PRECIADO Y MARAVILLOSO PRÉSTAMO ya que son nuestros sólo mientras no pueden valerse por sí mismos, luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias. Dios bendiga siempre a nuestros hijos pues a nosotros ya nos bendijo con ellos" Saramago.